miércoles, 28 de marzo de 2007

La visita

Ese día nos despertamos tarde, cosa que no es común en nosotros. El mediodía olía a tilo, una lástima debido a mi alergia. Me quedé un rato en la cama mirando al techo, luego me dí vuelta hacia la derecha. Ahí estaba él durmiendo, con su pelo todo revuelto, su extremada blancura...las sábanas lo tapaban casi por completo, sólo podía verse una de sus largas y finas manos. Al verlo ahí recostado, tranquilo, sin saber que yo lo observaba, empecé a pensar en lo opuestos que somos...Él: alto, flaco, aunque no demasiado. A pesar de sus 20 años aparenta ser mayor que yo. Yo: de corta estatura, piel morena, ni gorda, ni flaca. Es un lindo contraste vernos juntos, una escala de valores andante.
Yo me guío y reacciono según la emoción que me domina en el momento, a él por el contrario lo gobierna la razón y tiene completo control sobre sus sentimientos. Ama los números, las computadoras, todo lo técnico y racional. Yo de eso no entiendo nada, más allá de que él se haya sentado miles de veces a tratar de explicarme. Él adora ver mis trabajos, pero no puede dibujar mejor que un niño de 5 años.
Pocas veces discutíamos, a pesar de las grandes diferencias que tenemos, no gracias a mí, ya que mi paciencia y mi carácter dejan mucho que desear, sino porque él no es un gran generador de conflictos: Ramiro pasa de cualquier discusión o problema donde se levante la voz. Creo que nunca peleé tan poco con una pareja. Hasta esta noche.
Todo empezó con un comentario sin importancia y tonto que él hizo sobre su “ex”, y los celos, como siempre, hicieron estragos en mí...Empecé levantando la voz, y terminé gritando, cosa que él detesta. Él seguía callado, sentado en el rincón, contra la ventana....parecía tan sereno, tan calmo, que mis gritos fueron en aumento. Hasta que lo logré, logré sacarlo de quicio. No dijo una sóla palabra, tan sólo levantó la vista y me miró directo a los ojos: era una expresión nueva, nunca lo había visto así.
Me callé automáticamente, esta acción me descolocó por completo: no logré captar el sentimiento real, pero fuera cual fuere, nunca creí que podía despertar esa mezcla se sensaciones horribles en una persona. Nos quedamos así durante un rato hasta que finalmente no pude mantenerle más la mirada, bajé la vista y comprendí que había perdido.
Se dio vuelta y se quedó mirando por la ventana. Y yo, parada ahí, furiosa y frustrada por no poder seguir peleando, herida por la sensación de derrota, me quedé mirándolo, esperando algún tipo de reacción que me demostrara que todavía le corría sangre por las venas, que no era una máquina, igual a esas que se pasa arreglando todo el tiempo...Pero nada. Estático, inmóvil en su asiento de vencedor.
Convengamos que la situación ya era mala y no había posibilidad de retorno, pero mi orgullo estaba desenfrenado, no lo podía controlar, me estaba usando como un títere y yo quería jugar. Me acerqué y le pegué despacito en la cabeza, mientras le decía:
- Te la pasás tanto tiempo entre máquinas que ya te convertiste en una de ellas...¡No tenés reacción! ¿Cómo podés quedarte ahí tan tranquilo mirando para afuera?
Sabía, dentro mío que esto era tirar de la cuerda demasiado, que no tenía razón. Pero aún así no me importaba, quería que él se sintiera tan miserable como yo. Rama sonrió y me dijo en un tono parejo y ajeno a la conversación:




- Yo tendré 20 años, pero la actitud infantil la tenés vos. Espero poder llegar a los 24 con un poco más de madurez mental que la tuya.- Terminando de decir esto volvió a mirar hacia afuera.
- Morite - le contesté - Ojalá que te mueras. Y tu muerte va a pasar así, como tu vida, sin penas ni glorias.- Dí media vuelta y me fui a acostar.

Cuando vino al cuarto a dormir, quería abrazarlo y decirle que era mentira todo lo que le había dicho, que me perdonara por lo infinitamente celosa y molesta que soy, que tenía razón. Pero continué siendole fiel a mi orgullo. Lo sentí suspirar, apagar la luz...y me quedé dormida.
Esa noche tuvimos una visita.

Me desperté de un sobresalto, desorientada a las 3 de la madrugada. Miré al lado mío, Rama seguía durmiendo. El corazón me latía, desbocado. Me incorporé y me quedé un rato así en la oscuridad tratando de tranquilizarme. Tenía la boca reseca, así que fui a la cocina para tomar un vaso de agua.
Estaba guardando el agua en la heladera, cuando oí un minúsculo, casi imperceptible ruido en nuestro cuarto. Pensé que se había levantado y no quería verlo porque iba a tener que pedirle perdón y estaba demasiado cansada para eso, prefería hacerlo mañana por la mañana.
Otra vez... Parada inmóvil en la oscuridad, traté de escuchar mejor, agudizar un poco el oído...
De nuevo...era como el ruido que hacen las cortinas cuando hay viento y rozan el suelo. Era el sonido de una tela arrastrándose. Un escalofrío me recorrió toda la espalda y entendí porque: ese ruido no lo estaba haciendo Rama.
El corazón empezó a latir rápido nuevamente: era el miedo que me estaba dominando, pero no podía evitar ir hacia el cuarto.
Al entrar en la habitación, se me heló el alma: Un hombre alto, moreno, de facciones duras, fornido, vestido con ropas oscuras estaba parado al lado de la cama, mirando cómo Rama dormía, ajeno a todo lo que estaba ocurriendo. En sus manos llevaba unas tijeras, que al principio me costó reconocer.
No podía moverme, estaba paralizada. El hombre parecía no haberse percatado de mi presencia, hasta que habló, sin sacarle la vista de encima a Rama.
- Todos tenemos un determinado tiempo de estadía en la Tierra, tiempo prestado ...el de él ya está culminando.- Desvió su mirada hacia mí. Encendió la luz.- ¿Ves el hilo que cuelga de su cabeza?- preguntó. Su voz era grave y tranquila.
Miré sin entender. Al principio no veía nada, pero luego lo ví: un hilo delgado salía de su cabeza y se iba hacia arriba, como si fuera el cordel de los globos. Asentí .
- Cuando lo corte la vida de él se acaba acá. Pero no te preocupes, su muerte será una de las más bellas, no sufrirá para nada. Mucha gente desea dejar el mundo de esta manera: irse a acostar una noche, después de haber pasado un hermoso día junto a la gente que quieren, dormirse y no despertar más. Es una de las más buscadas, te lo aseguro...y no tan común - Seguía mirándome, explicándome de manera tan tranquila que se estaba llevando a mi Otra Parte y que ya no lo vería más.
Por fin pude hablar:



-¿Quién sos? ¿Qué querés?- mis palabras sonaban vacías y sentía que estaba en una pesadilla, que ya me iba a despertar...pero no fue así.
- Soy Átropos y quiero cortar su cordel –dijo, sonriendo, como si estuvieramos hablando de algo trivial.
Recordé la pintura de Goya “Las Parcas”...recordé un libro de Stephen King “Insomnia”...supe de que me hablaba...y no era nada bueno.
Comencé a temblar, las piernas se me aflojaban y no tenía de dónde sostenerme. ¿Qué podía hacer? Estaba hablando con la muerte sobre su trabajo, y tenía que convencerlo de que no lo llevara a cabo...¿Cuánto tiempo tenía? ¿Cómo discutir sobre este tema con algo que no razona, sólo cumple?
Recordé la discusión que habíamos mantenido Rama y yo antes de dormirnos. Recordé lo irracional que había sido yo. No hay forma de hacerme entrar en razón y lo lamenté profundamente. Si no puedo reaccionar como un ser humano que piensa, ¿Qué derecho tengo en pedirle a la muerte que lo haga?
No, no tenía que desesperarme, es lo peor que se puede hacer en una situación como ésta (¿Situación como ésta? ¿Cuán seguido ocurre una cosa así?)
- Debe de haber un malentendido...él tán sólo tiene 20 años... – mi voz era finita, llena de temor. No me importaba si era la muerte o un desquiciado que se había metido en nuestra casa con unas tijeras doradas y se hacía llamar Átropos. No me importaba si esta conversación estaba ocurriendo realmente o era un sueño. No me importaba si el cordel que colgaba de su cabeza era real o no, pero sí quería que se alejara de él y de Rama.
- No, no hay malentendido alguno. Su destino ya está escrito. Y yo vengo a terminar con mi trabajo.
Su voz, sin expresión alguna era incómodamente reconfortante. Me dí cuenta de que no había vuelta atrás...Iba a llevarselo y no había nada que yo pudiera hacer para impedirlo. Me iban a quitar lo más importante de mi vida, mi razón de existir y no podía luchar de ninguna manera. Me iba a quedar sola...terriblemente sola...ese pensamiento se hacía cada vez más grande y grande en mí. Me iba a morir de tristeza, nadie me iba a poder ayudar. El pánico se adueñó de mí: mis armas eran inútiles. Nunca fui convincente con las palabras. Nunca lo sería.
Y ahí comprendí todo. Seguía siendo el mismo ser egoísta y despreciable al cual Rama le había dirijido esa mirada. Seguía pensando en mí, no en él, anteponiendo mis sentimientos. Seguía siendo la marioneta de mis emociones. Pensé en lo que me había dicho Átropos: “Mucha gente desea dejar el mundo de esta manera: irse a acostar una noche, después de haber pasado un hermoso día junto a la gente que quieren, dormirse y no despertar más.” El día de Rama había sido de todo menos hermoso y era culpa mía.
- Llevame a mí –le dije – Si hay un cordel que cortar es el mío. Él está lleno de vida y es un alma pura, sin malos sentimientos dentro suyo. Yo estoy llena de rencor y resentimiento. Quiero tomar su lugar.
Átropos se quedó mirándome. Ahora el desorientado parecía ser él.
- No, mi niña...no entendiste nada...es el hilo de él el que vine a cortar, no el tuyo. De todos modos, es un lindo gesto de tu parte.
- Entonces, cortás el mío también...nos vamos los dos juntos o nada.
Me reí por dentro...que irónica la situación...¡Le estaba mostrando los dientes a la muerte! Le estaba ladrando, prácticamente.


Se sentó en la silla que estaba al lado de la mesa de luz de Rama. Lo miré...seguía durmiendo, su hilo todavía intacto. Átropos me miró, confundido
- ¿Estás dispuesta a tomar su lugar? ¿Porqué?
Sonreí, tristemente. Era como explicarle a un niño de dónde vienen los bebés. Era obvio que la muerte no puede experimentar ningún tipo de sensación. Menos el amor.
- Porque lo amo...y su vida es más importante que la mía - y volviendo a ser egoísta – No puedo vivir sin él. Soy débil, necesito de su compañía. Pero sé que va a estar bien sin mí. Y se que tiene muchas más cosas para dar que yo en este mundo – concluí. Miré a Átropos con los ojos llenos de lágrimas. – No te pido que me entiendas...sólo dejame tomar su lugar...te lo suplico.
Se quedó expectante, no sabiendo qué decir. Eran las 4:30 cuando se levantó, y se dirigió hacia el lado vacío de la cama, donde se sentó. Con un gesto me pidió que fuera hacia él. Asombrosamente me moví de manera rápida y me senté al lado suyo.
- ¿Estás segura de lo que me estás pidiendo? Me miraba fijo, anonadado.
Y por segunda vez en el día, bajé la vista.
- Sí –contesté. Levanté la mirada y volví a mirarlo, esta vez sin desviar mis ojos de los suyos. Era impactantemente interesante. Me zumbaban los oídos.
- Entonces...- dijo, levantando sus tijeras.
- Gracias – respondí.
- ¿Lista?
- Como nunca...
No sentí nada. Sólo una sensación reconfortante. Ví como Átropos se alejaba y me recosté. Abracé a Rama con fuerza, y sentí cómo me respondía con un abrazo, medio dormido.
- Perdoname – susurré.
- Está todo bien – contestó, dándome un beso en la frente – Todo va a estar bien.

2 comentarios:

nacho dijo...

Es difícil explicar lo que sentí después de leer esto.
En realidad es difícil traducirlo en palabras...podría decirte: es hermoso, es macabro, es 100% sentimiento puro. Pero igualmente creería que esas palabras no alcanzarían para explicar todo lo que paso por mi cabezita al leerlo.
No voy a saltar con la gilada de "hay me sentí hiper identificado..." porque nada q ver, cada uno vive esas situaciones desde perspectivas personales totalmente diferentes.
Simplemente creo que lo resumo así: ASOMBRO.
eso fue lo que se fue dibujando en mi rostro a medida que la ruedita del mouse iba bajando hasta llegar al punto final. ASOMBRO.

Tenes una letra hermosa, realmente espero poder seguir leyendo tuyas...

Morena dijo...

TE DIJE QUE TE AMO, MOSHO????